La Comunidad Autónoma de Extremadura puso en marcha hace unos años una red de museos, Museos de Identidad, en base a un nuevo concepto de museo y de patrimonio cultural, con objeto de poner en relación la sociedad y el territorio. Con ello se pretendía incidir positivamente en la conservación de las colecciones etnográficas de la región a la vez que fomentar el turismo cultural y cooperar con el desarrollo rural junto a las autoridades locales. Se trata en suma de una apuesta territorial alternativa, diversificada y planificada frente a las tradicionales vías que habían venido creando museos etnográficos nacionales, regionales o repartidos pero sin mayor orden ni plan preconcebido.
Interesado en esta estrategia, planifiqué la visita a dos de estos museos. El primero de ellos, el Museo del Aceite localizado en Monterrubio de la Serena debimos contemplarlo desde la puerta pues aun habiendo llamado el día previo para conocer su horario, éste permaneció cerrado a la hora indicada para su apertura el pasado sábado día 12. Así, partimos hacia Almendralejo con objeto de visitar el Museo de las Ciencias del Vino. El proyecto museológico y museográfico de este museo fue coordinado por EXPOCIENCIA, con la participación de Elena Pol en el proyecto museológico, Sebastián Celestino como asesor de arqueología y Mikel Asensio como asesor del proyecto. La idea de partida, teniendo en cuenta la existencia previa de más de cincuenta museos, fue la de evitar la creación de un nuevo museo etnográfico dedicado al vino. Tres ideas centrales articulan la propuesta museística. Primero, el vino está presente en Extremadura desde la antigüedad. Segundo, se quiere propiciar la identificación del vino con Almendralejo, la innovación y la tecnología. Tercero, se dispone para estar al servicio de la colecta de elementos de la cultura material e inmaterial ligada al vino. El discurso expositivo se divide en dos plantas y tres espacios diferenciados. Así, en la planta baja se encuentran un área de arqueología y un pasillo dedicado a las ciencias. En la planta alta, la antropología, distingue el trabajo en el campo y el trabajo en la bodega como expresiones de identidad y memoria del territorio.
El museo se levanta en el edificio otrora ocupado por una alcoholera y justo en la visita uno percibe un desajuste entre el programa arquitectónico y el resultado del proyecto museográfico. En ese sentido, la planta baja queda encorsetada en una galería que entiendo abusa del estancamiento expositivo en cajones monótonamente repetidos y alineados, por más que el ámbito científico/temático juegue a ofrecer cierto dinamismo que sólo en el “pasillo de las ciencias”, consigue más airoso. La propuesta general en todo caso parece atractiva, en cuanto al recorrido sugerido y la señalética adecuada.
Se echan en falta además de la apertura de espacios programados en el proyecto museológico y museográfico –sala de exposiciones temporales, tienda, cafetería, aula de salud y sala de catas, área de información y evaluación…-, una mayor atención a aspectos clave a la hora de enfocar la cultura del vino, tales como la historia local de tabernas y despachos de vino, la sociabilidad ligada al consumo, la tradición oral asociada, y en definitiva un mayor acercamiento tanto en la composición de las colecciones como en el programa de actividades al factor local/regional de la cultura del vino. Tampoco la exposición temporal abierta en este momento, sobre un tema tan transversal como sugerente, las fiestas de vendimia, aprovecha la oportunidad para adentrarse en la escena local más allá de los trajes y fotos de las reinas de las fiestas, algunos afiches y carteles o el nombre de los pregoneros o bodegueros reconocidos. En ese sentido, la historia social y económica del vino, como ocurre también por otra parte con el aceite o el pan, entre otros museos temáticos, sigue siendo una asignatura pendiente sobre la que estudiar e intervenir para luego interpretar.
A estos retos abiertos podrá dirigirse este museo pues presenta en efecto asignaturas pendientes que sin duda si la intención existe podrá ir cubriendo, convirtiéndose en un recurso cultural vivo y dinámico con acciones y programas, así como desarrollando un plan de comunicación al día de hoy verdaderamente deficiente, sin información básica en forma de folleto, sitio web o cualquier otro tipo de medio.
Un extenso texto acerca del plan museológico y museográfico del Museo de las Ciencias del Vino de Almendralejo puede leerse en el número ocho de la revista de los Museos de Andalucía, mus-A.